SEBA CRISMANICH

MANO A MANO

 

Una decisión con la que convivió durante cuatro años. "Por la lesión, hubiera sido fácil retirarme después de Londres, pero tenía un compromiso que me dio combustible para seguir". La razón de Sebastián Crismanich para seguir en el taekwondo después del 2012 la tenía colgada en el pecho. Verse ahí, en lo más alto del deporte del mundo, bañado de oro, fue una experiencia inexplicable. Tal vez, en ese sentido, se entiende porque no dejó la disciplina. Sobre todo cuando su cuerpo ya había encendido varias alarmas.

 

"Tuve que aprender a vivir siendo campeón olímpico. No tenía idea de la exposición que tenía", confesó el correntino. Nadie nace con el don de ser exitoso. Lo construye y debe acomodarse a esa situación. Y Sebastián encontró el combustible en su propia historia: "Aprendí a transmitir mi experiencia para llegar al otro. Cada uno puede construir su destino, ese es mi mensaje. Ver que los jóvenes me venían como un ejemplo, me dio fuerzas para seguir". Claro, ¿no?

 

El tiempo pasó. Y un día volvió al tatami. Pero ya no era el mismo. Las lesiones, las responsables. A pesar de todo, hasta poniendo en juego su salud, buscó la clasificación a Río. Y estuvo a un par de segundos de lograrlo. "Sentí que se me derrumbaba el mundo por no lograr el pase, pero volver a dar charlas y tener contacto con la gente me ayudó a superarlo".

 

Papá hace algunas semanas, está disfrutando de su nueva vida. "Es toda una aventura y estoy muy feliz con esta nueva responsabilidad". Pasó un ciclo olímpico ya. Ese correntino que tenía el sueño de ser medalla dorada antes de tomarse un avión rumbo a Londres, logró su cometido: quedar en la historia del deporte argentino. Ahora, seguirá transmitiendo la fórmula que lo llevó al éxito. Ese tal vez sea su logro más preciado.