No podía dejar de llorar. Con la congoja de haber estado sólo una vez en la sala del Arena Carioca 3, Belén Pérez Maurice estaba desconsolada. Tanto esfuerzo en los últimos años, se había terminado más rápido de lo que ella y Lucas Saucedo, su entrenador, querían.

 

Para Belén, volver a ser olímpica en Río significa haber cumplido el primer objetivo. Pero además de volver a estar en la máxima cita del deporte en el mundo, quería demostrar que podía superar su 21º puesto obtenido en Londres, hacer valer el bronce obtenido en los Juegos Panamericanos de Toronto 2015 y, sobre todo, validar que la esgrima argentina debe tener un lugar importante dentro del deporte nacional.

 

La esgrimista se preparó con todo. Obtuvo la clasificación por ranking olímpico, en un hecho histórico para el sable femenino. Recorrió el mundo buscando sumar puntos y lo logró, por eso, se metió directo en la ronda de 32. Sus objetivos y anhelos eran claros. Por eso su sonrisa antes de iniciar la competencia, por eso sus lágrimas al finalizarla y por eso sus palabras acerca de que en Tokio 2020 estará entre las mejores del mundo. Aunque ella ya lo está desde hace tiempo y se ha ganado un nombre en su disciplina.

 

En la pelea, tuvo a una dura rival francesa, la subcampeona del mundo Cécilia Berder (9º) La primera parte de la disputa fue pareja, luego de una gran seguidilla de puntos de la argentina. Con la francesa 8-6 se fueron al descanso. Sin embargo, al regreso, todo fue para la europea, que desplegó sus mejores técnicas y lo ganó 15-6. "Traté de no meterme en su juego, pero me fue difícil", le contó a La Licuadora Deportiva.

 

Ahora será tiempo de descansar. El ciclo olímpico fue durísimo para la mejor esgrimista de la Argentina. Llegó a Río con toda la ilusión, que se terminó rápido. Pero eso, sin dudas, no opaca la valoración del gran trabajo de Belén y Lucas para posicionar al deporte en un lugar que hace tiempo no estaba,